A
la Mona al café recién hecho de la mañana siempre se le quedaba el sabor dulce.
A veces sin azúcar el café de la Mona era tan dulce que hasta amargaba los
buenos días de la vecina fisgona de enfrente. En esos días la Mona tenía por
costumbre hacer más café, y hacerlo doble. Se decía que quería comprobar si con
el café lograría edulcorar el corazón podrido de la de enfrente. Y a veces lo conseguía.
La
Mona era una mujer fuerte, la vida la había hecho así. Trabajaba, hacía la
casa, mantenía a sus hijos y se ocupaba, junto a sus hermanos, de sus padres.
La Mona nunca pedía nada a cambio, pero al parecer el dinero brillaba por su
ausencia, aunque ella era una mujer sencilla, sintiéndose naufragando entre
hipotecas y cotidianidad. A la Mona le hubiera gustado ser cocinera, esteticista
o maquilladora. Pero la Mona era camarera y la Mona era limpiadora. Nunca los
sueños le habían salido tan caros. A pesar de eso, la Mona luchaba para ser una
gran camarera y la Mona luchaba para ser una excelente limpiadora. Ella era
así, luchadora por naturaleza.
Sin
embargo, si había algo que fosforecía aparatosamente en la Mona, era, sin duda,
su corazón. Su marido, otro humilde caballero que vivía entre mecánica y
animales, aseguraba que en el corazón de su esposa había cabida hasta para los
que no tendrían que tener cabida. Lo que en otras palabras equivaldría a un
corazón con potente infinitud dimensional. Un agujero negro de amor, como decía
el marido de la Mona.
En
los últimos tiempos la Mona se había deteriorado un poco por los años, otro
poco por el estrés (enfermedad muy común en la sociedad moderna) y un último
poco por el café cada vez menos dulce de las mañanas. Los primeros síntomas de
dicha evolución no se percataban al principio como algo anormal. Eran, para la
Mona, detalles pasajeros traducidos a caída de cabello, blancura en la piel,
pigmentación rosada con acné de adolescente, dolor cervical y de cabeza y, por
supuesto, un café amargado que hasta amargaba el corazón infinito de la Mona.
Con
el tiempo, los síntomas se agravaron y el doctor Velázquez, un intelectual que
se había sacado el doctorado, así como su vida, entre nueves y matrículas de
honor pero que tenía un cero, ni siquiera suspenso, en humanidad, le diagnosticó
Cáncer de amor a la Mona. En palabras del doctor, “su corazón sufre lo que en
medicina se llama una disfunción severa de ambos ventrículos que se irradia por
toda la superficie del corazón y afecta a la circulación global de su organismo”.
Lo que el doctor no supo decirle a la Mona, porque ni él lo sabía, era que aunque
se viera con cierta afectación miocardica si éste era infinito no se le podría
anular completamente, sobre todo si se luchaba para evitarlo.
Para
los ignorantes en estas cosas, en el grupo en el que me incluyo a mí misma, el
Cáncer de corazón es uno de esos que nadie desearía tener, con fuertes derivaciones
a la tristeza, a los sueños perdidos y a la gran batalla que supone tener que
endulzar el café con un corazón amargo. Es conocido por el nombre científico de
Cancerus amorosus. La Mona decía que
el nombre solo dice lo que uno lee pero que el significado implicaba querer
entender lo que uno lee. La Mona entendía de casi todo y por eso ella aseguraba
que no sabía nada. La verdad es que la Mona sabía mucho de lo que había que
saber. Y sabia que el Cancerus amorosus
no sería una batallita más en su historia de mujer, más bien sería la gran batalla.
Para
paliar el cáncer la Mona se paró un día el reloj de muñeca y se sentó a
escribir diagnósticos e intervenciones que ella misma iba a llevar a cabo. En
resumidas cuentas, la Mona se había propuesto ser su propia doctora y encontrar
ella misma su cura. A todo esto, cabe mencionarlo, el cáncer iba avanzando.
La
lista de la Mona iba de lo más importante a lo menos importante pero igualmente
esencial para su curación. Era una lista sencilla, con faltas de ortografía
porque ella era una mujer con pocos estudios académicos y con muchos estudios
vitales. La lista de la Mona iba del uno al diez y si con ello no conseguía el
remedio de su cáncer pondría tantos números en su lista como su corazón le
exigiera. De momento la Mona decía a sus amigos y a la vecina fisgona de
enfrente que ella estaba luchando y que no necesitaba la compasión de nadie
porque la lucha con compasión no tenía por frecuencia salir satisfactoriamente,
según la Mona. Sin embargo sí necesitaba su apoyo para que sus diez o más
puntos de la lista le dieran buenos resultados.
Lista
contra el Cáncer de Corazón:
(Según el doctor Velázquez, Cancerus amorosus)
1. Decir
a mis padres que les quiero y que sus nietos les necesitan aún con ellos.
2. Decir
a mis padres que aunque parezca mayor y madre a veces soy pequeña y necesito la
mía.
3. Abrazar
a mis hijas y darles aliento en el desamor y fuerza en el amor y en la vida,
que aunque no siempre se vea, también es amor.
4. Apoyar
mi cabeza en el hombro de mi marido y comentarle que en los casi treinta años
de matrimonio que llevamos, y aunque ya sean inhabituales mis muestras de
cariño hacia él, le sigo amando como el día que le vi en el pub del pueblo con
la camisa verde y el pantalón vaquero.
5. Ir
a caminar por la isla para pensar, recordar y añorar. Eso alivia el corazón de
cargas.
6. Volver
a la playa con mis hijos sin esperar que ellos, por enésima vez, me lo pidan.
7. Quedar
con mis amigas para cenar, las de toda la vida, para hablar, hacer del vino nostalgia
y volver a tener veinte años.
8. Empezar
a escribir los sentimientos que me amargan el café de la mañana para poder
sacarlos fuera y endulzar el cáncer.
9. Volver
a sonreír, aun no teniendo por qué.
10. Empezar
a quererme a mí. Nota: Este punto no sé cómo llevarlo a cabo, tengo la esperanza
que al llegar a él ya estaré en conocimiento de causa.
La Mona, según el doctor, es un
caso inusual en la medicina, tendría que haber decaído hace ya tiempo y sin
embargo, parece relucir un poco más cada día. El doctor no sabe nada de la
lista que cura a la Mona. El doctor le sugiere a su paciente múltiples
tratamientos que ella rechaza argumentando encontrarse un poco mejor pero
gracias. La lista de la Mona ya fue completada hace años, su aumento sigue
creciendo cada día y dice la vecina fisgona que el número mil seis empieza a
asomarse en el libro contra el cáncer que la Mona ha decidido publicar cuando
fallezca. De momento la editorial que aceptó el negoció tiene sospechas de
haber hecho una muy mala inversión. La Mona no parece tener la disponibilidad
de publicarlo en los próximos años. Según la Mona lo publicará poco antes de
morir. La Mona dice que las personas, si no morimos de accidente, sabemos más o
menos que nos estamos muriendo y que eso no es malo porque una vida sin muerte
no tendría la riqueza de querer extraerlo todo de todos los días, bueno y malo
y de llevarse la certeza de haber vivido al lecho de muerte. La Mona, sin
embargo, ya ha advertido a la editorial que el cáncer no será la causa de su
muerte porque ella tiene la cura de su enfermedad, pero que de la vejez nadie
tiene la cura, ni siquiera las grandes cosméticas, así que cuando esté
completamente curada y solo necesite la paz de su gente cercana y el amor de su
familia porque la vejez empiece a asomarse, entregará su obra a la editorial y
ayudará a curar el Cáncer de corazón de todo aquel que lo padezca aun sin que
el doctor Velázquez se los haya diagnosticado.
La Mona es una luchadora, es una
mujer fuerte porque la vida la ha hecho fuerte, es trabajadora, cuidadora de su
hogar, camarera y limpiadora. La Mona
puede ser albañil, ministra, secretaria, profesora, estudiante, juez,
socorrista, camello, prostituta, bibliotecaria, enfermera, cuentista, dama de
casa, espía secreta, notaria, enterradora, cirujana, amante…La Mona puede ser
cualquier Mona, pero la Mona tiene la cura del Cáncer de corazón, y eso, no es
algo de lo que podamos presumir todos.
La Mona, sobretodo, tiene un
corazón con cáncer que es un agujero negro de amor y ese amor es lo que la
guarece de su propia enfermedad.
Margalida Garí Font,
Dedicado a todas las mujeres Mona del mundo, pero en especial a mi madre,
mi Mona por excelencia, y a mi Madrina,
mi Mona más hermosa por dentro y por fuera.