Ahora gírate y
tírate al vacío. Sí, yo no permitiré que caigas al suelo. Ahora puedo ver esa
mirada que haces solamente cuando estas enfadada. Rectifico, cuando estás muy,
muy enfadada. Ahora dame la mano, a ella tampoco la soltaré. Tu mano a cambio
de la cordura. Ahora tu ruborizar de
mejillas casi imperceptible al principio y tan intenso después. Ahora la
escritura, ese escupir de sentimientos pero con el punto de sal que la hace
hasta bonita. Ahora el libro de poesía, la cicatriz de todo corazón reside en
sus versos. Ahora el madrugar con las pestañas aún refunfuñando un “déjenos
soñar”. Ahora tú disfraz de enfermera, que cuida a tantos sin cuidarse a ella.
Ahora el correr pero sin prisas, el caminar pero sin pausa. Ahora rescatar el rímel
que por no estar no está ni líquido, el cambiar de blusa y el desterrar a esa
falda por un vaquero. Has madurado. Sin embargo, como te gustaba esa falda y ¿porque
hoy no la quieres? Has madurado. ¿Llevar falda es inmadurez? Pantalón vaquero.
Ahora el bajar de ojos tan característico de tú mirar. Ese bajar de ojos a modo
de vencimiento, de habérsele vencido el corazón. Ahora la sonrisa, últimamente
tan escasa, tan fingida. Ahora el recuerdo de aquel amor, ¿lo era? Sí, lo era.
Ahora vienen tus lágrimas, una tras otra y otra tras una, cómo no teniendo un
fin, tampoco un comienzo. Gota a gota, lágrima a lágrima. Muchos mares han sido río antes en tus
mejillas. Ahora la aceptación de haber perdido. Ah, ¿hubo batalla? Sí, y a
muerte. Derribada, así estás. Ahora tu levantar de ojos (al fin), tu mirada que
por profunda no tiene ni finitud ni espacio. Ahora tú esperanza. No volverá,
¿por qué le esperas? Ahora tu rumbo sin norte ni sur, tu vida sin presente, sin
ilusión. Perdida la ilusión perdida la existencia. Ahora. Sí, ahora. El
estrujar del corazón. Ese apretarle tanto que hasta te ahoga. Tú corazón ha
muerto, otra vez. ¿Era tan difícil que le cuidaras siendo enfermera? Ahora la
culpa (tuya) y la defensa. Jamás dejes de defenderte si el enemigo sigue
armado. Ahora la risa que no es risa sino llanto, que no es llanto sino
rendición. Ahora el corazón que aún te ahoga. Cálmate, todo duele hasta que
deja de doler. Ahora la caída al suelo. Uh, ese ha sido un buen disparo damas y
caballeros, directo al centro de la Tierra. Ahora tú mirada profunda pero vacía
en dirección a un cielo infinito. Otra vez has muerto, ¿Cuántas veces más crees
que podré devolverte el alma? Dudo que ya la quieras, has perdido a tantas.
Ahora tú tocar de suelo: rápido, sordo, quieto. Y ahora, demos paso al silencio
que hay que renacer.
Margalida Garí Font