sábado, 21 de febrero de 2015

El arte del pedir


El arte del pedir es simple y gratuito:
Se pueden pedir coches y casas grandes. Se puede pedir el sol y también la lluvia, se puede pedir un amigo y el amor, se puede pedir el príncipe azul y el rosa, la princesa dulce o la gruñona, una rana o un sapo, una zanahoria o una coliflor. Se puede pedir más tiempo y también menos, se puede pedir una conversación, una cita o una botella de Licor 43, se pueden pedir violetas aunque sea invierno y que cante el búho estando el sol. Se puede pedir un beso, un sueño o una canción, también se pueden pedir naranjas en Mayo y cerezas en Enero.
El arte del pedir es soñador:
Se puede pedir el viaje al país de Nunca Jamás y se puede pedir ser el Capitán Garfio, se puede pedir que vuelva solamente el andar y que regrese el perfume de los almendros. Se puede pedir libertad para los lunes y segmentación de todos los sábados. Se puede pedir la escoba, la cama y la corbata de Brad Pitt. Se puede pedir que me ames.
El arte del pedir es traicionero:
Se puede pedir un trabajo pero no el que se quiera, se puede pedir un abrazo pero no de quién se quiera. Se pueden pedir flores pero no de quién ni en qué momento. Se puede pedir un baile pero no el bailarín, se puede pedir un sueño pero no lo eterno. Se puede pedir un viaje pero no el regreso. Se puede pedir una carrera pero no tu agrado. Se puede pedir a la familia pero no su encaje. Se puede pedir todo lo que una quiera pero no su precio.
El arte del pedir es eficaz:
Se puede pedir por la mañana, al medio día, por la tarde, por la noche y durante la noche. Se puede pedir haciendo el pino o mirándote de reojo. Se puede pedir siendo de derechas y también de izquierdas. Se  puede pedir siendo de nadie y siendo nada. Se puede pedir con energía y también sin rabia. Se puede pedir estando sola y acompañada. Se puede pedir sin pedimentos ni danzas.
El arte del pedir es un arte:

Se puede pedir cualquier cosa pero el resto es solo suerte y una gota de desesperación.


Margalida Garí Font

lunes, 9 de febrero de 2015

¡Malditos lunes!

¡Malditos lunes!
Que nos enganchan a la piel de la cama y que no nos dejan ni exprimir las naranjas para hacer zumo en la mañana. Esos cobardes lunes, que nos retan a sonrisas y a café cargado y después se van mirándonos de reojo como queriéndonos decir: “¡jódete y camina bella dama!”.
¡Malditos lunes!
Que nos amargan el sueño y nos endulzan la sal de los besos de despedida para ir al trabajo (o a buscar, un día más, trabajo). Que nos subastan a cambio del tiempo. Tiempo perdido, subastado y amargado.
¡Malditos lunes!
Que nos aman sin amor alguno, que nos regalan sospechas de fin de semana a cambio del aterrizaje laboral surrealista y muy español.”¡España es grande!”. Lunes de carnaval, de prostituirse por un trozo de pan. De abrir la perfumería o el supermercado o la cafetería con ojeras en los ojos y dos carreras y un máster en el abrigo congelado de nuestras espaldas.
¡Malditos lunes!
Que nos enseñan a vivir el sueño americano con sabor a comida china. Que nos traen ramos de rosas sin rosas pero con margaritas y un toque de canela. Que nos hacen escuchar rock para sobrevivir a la gran audiencia de los viajeros que se enorgullecen de escuchar a los 40 Principales sin tan siquiera haber probado el zumo de naranja no exprimido de las mañanas.
¡Malditos lunes!
Que nos cabalgan sin preguntar hacia los martes, sabiendo que después viene un miércoles que nos guiará al jueves, que nos mandará por correo certificado al cabrón del viernes que nos mete en un tren exprés con parada rápida al sábado y resaca de domingo para devolvernos, de nuevo, al…¡maldito lunes!
¡Malditos lunes!
Que nos conocen como engendros malvados, que nos esperan con calma y nos centrifugan en un programa de lavadora sin plancha. Que nos pintan los labios y nos ponen corbata, que nos cambian los sueños por planes de pensión y seguros de vida. Que nos abrazan a horas y nos obligan a quitarnos el pantalón del pijama. Que nos mantienen la mirada y nos dicen, sin vergüenza ni contrato, “¡jódete y camina bella dama!”.
¡Malditos lunes!
Que aún no sabemos cómo mantenerles firmes, como encarar su presencia y convertirlos en viernes por la tarde o en vacaciones de verano. Que nos dibujan arrugas en la frente y nos embuchan la chaqueta para salir a tomar el aire helado mañanero, ¡sin tan siquiera haber exprimido las naranjas!

¡Malditos lunes!
Que ni queriéndolo se vuelven amenos, que nos enjuagan la boca con dentífrico de sabores y nos quitan los besos. Que nos cobran por tiempo y nos prestan la risa por turismo juerguista extranjero. Que nos cambian el poema por la factura de teléfono y nos invitan a ir saliendo.
¡Malditos lunes!
Que pasan los días, los años, los siglos y siguen siendo malditos. Que ni el diablo les abre la puerta del infierno porque dice que él está de vacaciones terrenales. Que ni oriente los acepta porque no constan de buena reputación. Que ni las tribus más remotas quieren su presencia porque ignoran el vocablo y quieren seguir ignorándolo por los siglos de los siglos y amén.
¡Malditos lunes!
Que hasta inspiran a la escritura, que tienen el honor de estar presentes en todas las cosas y se ponen la medalla del desamor como bandera haciéndonos un guiño escocés en forma de brindis de cerveza negra. Que nos dicen que vayamos tirando que ellos nos esperan sin prisas (pero sin pausas). Que nos agrandan el caos mental y nos empequeñecen los sueños. Que nos empequeñecen el alma. Que nos empequeñecen los días. Que nos empequeñecen la vida…
¡Malditos lunes!
Algún día, no muy lejos, tampoco exactamente cerca, os devolveremos el juego, os meteremos en el horno y sacaremos pastelitos de fresa.
Algún día, no todavía, os cambiaremos por cualquier otro día, por cualquier otra lluvia y no pediremos el ticket de devoluciones ni la sección de últimas tallas.
Algún día, aún  no, nos volveremos guerreros de paz y os desterraremos del júbilo y os empeñaremos por nada, que no hay peor empeño que ese. Y nos beberemos la cerveza negra de vuestro almacén de amargura y haremos un brindis y os olvidaremos sin pensarlo. ¡Que no hay peor tragedia que el olvido!
Algún día, mañana, despertaremos de un plácido sueño con el corazón calentito y los ojos dormidos y tendremos tiempo para exprimir las naranjas y bebernos el zumo justo en el momento previo en que, sin temblor en los labios y con sabor a fresas mañaneras, gritaremos hacia el cielo: ¡jodeos y caminad bellas damas!
Y no habrá más lunes, ni cafés cargados, ni sueño, ni sabanas pegadas. No habrá más guerra, ni tiempo, ni faltas de comida ni de amor. No habrá más trabajo que buscar porque no habrá dinero que se necesite ni codicia que lo retenga…no habrá más ignorancia porque los libros serán para todos y las mentes tendrán dónde escribir y a quienes les lean.
¡Jodeos y caminad bellas damas!

Algún día, quizás hoy, gritaremos.


Margalida Garí Font
Febrero2015 

martes, 3 de febrero de 2015

Bihotz sakonean

Del silenci va brotar-ne l’oblit,
De l’oblit en va créixer alguna rossa plena d’espines,
De les espines hi va viure, durant dies, una preciosa papallona,
De la papallona hi va ressorgir l’esperança. Lluminosa, llunyana, captiva.
De l’esperança hi degotaren totes les llàgrimes que tantes cicatrius havien ofegat,
De les llàgrimes hi va néixer el mar en calma però també la tempestat,
Del mar van cantar-hi les sirenes que encara ara enlluernen els mariners,
De les sirenes sorgí la música, lloc on tots perdem la temporalitat i la crosta,
De la música vingué la poesia, enigma dels savis i presó celestial,
De la poesia van vesar-ne els sentiments, laberint que, ni avui, té porta de sortida,
Dels sentiments es recobrà el silenci i la lluna plena a les nits d’estiu.
Del silenci ja no va brotar-ne més oblit i de la lluna es van veure les profunditats.
De les profunditats és del lloc on va enamorar-se el cor.
El cor va seguir guardant el silenci i també seguí guardant oblit i espines, papallones i esperança, llàgrimes i mar, sirenes i música, poesia i, sobretot, els sentiments.
El cor seguia segrestant-ho tot i deixava el seu tresor ben desordenat al seu fons, a les seves profunditats. 
A les profunditats del cor...

hi havia un tresor




Margalida Garí Font