¡Malditos lunes!
Que
nos enganchan a la piel de la cama y que no nos dejan ni exprimir las naranjas
para hacer zumo en la mañana. Esos cobardes lunes, que nos retan a sonrisas y a
café cargado y después se van mirándonos de reojo como queriéndonos decir: “¡jódete
y camina bella dama!”.
¡Malditos lunes!
Que
nos amargan el sueño y nos endulzan la sal de los besos de despedida para ir al
trabajo (o a buscar, un día más, trabajo). Que nos subastan a cambio del
tiempo. Tiempo perdido, subastado y amargado.
¡Malditos lunes!
Que
nos aman sin amor alguno, que nos regalan sospechas de fin de semana a cambio
del aterrizaje laboral surrealista y muy español.”¡España es grande!”. Lunes de
carnaval, de prostituirse por un trozo de pan. De abrir la perfumería o el
supermercado o la cafetería con ojeras en los ojos y dos carreras y un máster
en el abrigo congelado de nuestras espaldas.
¡Malditos lunes!
Que
nos enseñan a vivir el sueño americano con sabor a comida china. Que nos traen
ramos de rosas sin rosas pero con margaritas y un toque de canela. Que nos
hacen escuchar rock para sobrevivir a la gran audiencia de los viajeros que se
enorgullecen de escuchar a los 40 Principales
sin tan siquiera haber probado el zumo de naranja no exprimido de las mañanas.
¡Malditos lunes!
Que
nos cabalgan sin preguntar hacia los martes, sabiendo que después viene un miércoles
que nos guiará al jueves, que nos mandará por correo certificado al cabrón del
viernes que nos mete en un tren exprés con parada rápida al sábado y resaca de
domingo para devolvernos, de nuevo, al…¡maldito lunes!
¡Malditos lunes!
Que
nos conocen como engendros malvados, que nos esperan con calma y nos
centrifugan en un programa de lavadora sin plancha. Que nos pintan los labios y
nos ponen corbata, que nos cambian los sueños por planes de pensión y seguros
de vida. Que nos abrazan a horas y nos obligan a quitarnos el pantalón del
pijama. Que nos mantienen la mirada y nos dicen, sin vergüenza ni contrato, “¡jódete
y camina bella dama!”.
¡Malditos lunes!
Que
aún no sabemos cómo mantenerles firmes, como encarar su presencia y
convertirlos en viernes por la tarde o en vacaciones de verano. Que nos dibujan
arrugas en la frente y nos embuchan la chaqueta para salir a tomar el aire
helado mañanero, ¡sin tan siquiera haber exprimido las naranjas!
¡Malditos lunes!
Que
ni queriéndolo se vuelven amenos, que nos enjuagan la boca con dentífrico de
sabores y nos quitan los besos. Que nos cobran por tiempo y nos prestan la risa
por turismo juerguista extranjero. Que nos cambian el poema por la factura de teléfono
y nos invitan a ir saliendo.
¡Malditos lunes!
Que
pasan los días, los años, los siglos y siguen siendo malditos. Que ni el diablo
les abre la puerta del infierno porque dice que él está de vacaciones
terrenales. Que ni oriente los acepta porque no constan de buena reputación.
Que ni las tribus más remotas quieren su presencia porque ignoran el vocablo y
quieren seguir ignorándolo por los siglos de los siglos y amén.
¡Malditos lunes!
Que
hasta inspiran a la escritura, que tienen el honor de estar presentes en todas
las cosas y se ponen la medalla del desamor como bandera haciéndonos un guiño
escocés en forma de brindis de cerveza negra. Que nos dicen que vayamos tirando
que ellos nos esperan sin prisas (pero sin pausas). Que nos agrandan el caos
mental y nos empequeñecen los sueños. Que nos empequeñecen el alma. Que nos
empequeñecen los días. Que nos empequeñecen la vida…
¡Malditos lunes!
Algún
día, no muy lejos, tampoco exactamente cerca, os devolveremos el juego, os
meteremos en el horno y sacaremos pastelitos de fresa.
Algún
día, no todavía, os cambiaremos por cualquier otro día, por cualquier otra
lluvia y no pediremos el ticket de devoluciones ni la sección de últimas
tallas.
Algún
día, aún no, nos volveremos guerreros de
paz y os desterraremos del júbilo y os empeñaremos por nada, que no hay peor
empeño que ese. Y nos beberemos la cerveza negra de vuestro almacén de amargura
y haremos un brindis y os olvidaremos sin pensarlo. ¡Que no hay peor tragedia que
el olvido!
Algún
día, mañana, despertaremos de un plácido sueño con el corazón calentito y los
ojos dormidos y tendremos tiempo para exprimir las naranjas y bebernos el zumo
justo en el momento previo en que, sin temblor en los labios y con sabor a
fresas mañaneras, gritaremos hacia el cielo: ¡jodeos y caminad bellas damas!
Y
no habrá más lunes, ni cafés cargados, ni sueño, ni sabanas pegadas. No habrá
más guerra, ni tiempo, ni faltas de comida ni de amor. No habrá más trabajo que
buscar porque no habrá dinero que se necesite ni codicia que lo retenga…no
habrá más ignorancia porque los libros serán para todos y las mentes tendrán
dónde escribir y a quienes les lean.
¡Jodeos y caminad bellas damas!
Algún
día, quizás hoy, gritaremos.
Margalida Garí Font
Febrero2015