martes, 23 de octubre de 2012

El hada.


Esta es una historia triste, una historia de desesperación, quizás es una historia irreal, pero es una historia que concierne toda la magia del universo y reposa en todas las rodillas del amor.
Dice la leyenda que en algún lugar del planeta tierra se encuentra prisionera un hada de una belleza tal que su luz produce un dolor perverso y cautivador a aquél que posa su mirada en su figura.
Hubo tiempos mucho mejores para tal belleza, hubo tiempos de sueños, de viajes, de sonrisas, de ilusión. Pero el hada había desobedecido las leyes del paraíso, se había enamorado profundamente de un ser prohibido, un humano; no uno de esos príncipes infantiles que salen en cualquier historia de cuentos felices falsos. Ella se había enamorado de un humano cualquiera, un campesino que no veía otra cosa que salir a conocer los enigmas de la naturaleza, un viajero de sueños y un capitán de naufragios, un superviviente, un tirano, un cautivador y una perfecta mezcla de locura e ilusión.
El mundo de los seres mágicos, el coloquialmente conocido como paraíso, es un mundo enigmático lleno de seres encantados y sueños felices. Pero hay una sola ley irrefutable, leyes hay muchas pero esa es la única importante, los seres prohibidos jamás deben descubrir el paraíso, quién se lo enseñe será condenado a permanecer eternamente entre los dos mundos sin formar parte de ninguno de los dos, ser invisible para ambos pero consciente de cada suspiro de sensaciones. Es decir, estará condenado a sentir, ver y oír sin ser sentido, visto u oído. A la eterna soledad ambulante hasta que el dolor de aquello que está viviendo se apodere de todo su ser y, en palabras textuales, le mate.
El hada, a pesar de todos sus esfuerzos, había sucumbido a los poderes del amor. Tardó años en descuidar sus esfuerzos para permanecer oculta entre cualquier cosa e impedir ser vista para el campesino. Pero el sentimiento se hacía cada vez mayor y le apretaba el pecho con todas sus fuerzas.
Un día el campesino se perdió por el bosque, le pasaba constantemente porque constantemente estaba sumergido en el color de una flor, la alzada de un árbol, las huellas de un animal, el dibujo del vuelo de un ave, etcétera. Pero ese día no había manera de encontrar el camino y estaba oscureciendo.  Desesperado, el campesino empezó a llorar de impotencia y de rabia.
El hada al ver esa imagen no pudo resistirlo y posó su diminuto cuerpo en la mano del campesino. Este al principio, pensando que era una libélula, movió suavemente la mano para que esta siguiera su camino. El hada realizó una piruleta y mantuvo el equilibrio dejando una trayectoria perfecta de polvos mágicos.
El campesino abrió los ojos de par en par e hizo un movimiento brusco hacia atrás ciego por el brillo de esa cosa diminuta.
Bastó un segundo, un segundo de nada para enamorarse completamente de ella, de sus ojos, de su inocencia, de su fragilidad y de su belleza.
El hada supo al instante que estaba perdida, que si los grandes Gnomos sabían lo que había hecho la derivarían sin ningún tipo de piedad al mundo inter-mundo, pero no lo pensó, se dejó llevar por su corazón, por lo que éste le decía. Si tenía que vivir un momento de felicidad efímero sería con el amor al frente. Y así lo hizo, desobedeció la máxima ley del Paraíso y le empezó a amar.
Hay muchas leyendas sobre hadas, ninguna cierta, las pocas que hay son errores de los seres mágicos por haber desobedecido la ley en nombre del amor, rastros de su presencia que los grandes Gnomos no consiguieron borrar del todo de la tierra. De todas formas en ninguna se dice lo que mencionaré a continuación.
Cuando un hada se enamora de un humano y ese amor es amor verdadero, el hada aumenta su tamaño hasta adaptarse a la estatura humana y hacer más amena esa relación. El hada de nuestra historia tuvo ese efecto con la mirada del campesino.


Claro está que con esa virtud los seres mágicos se percatan mucho antes de que se haya violado la máxima ley de su mundo, aun así tardaron doce horas en averiguarlo. Las doce mejores horas de las vidas de ambos, créanme.
No usaron las palabras, puesto que las hadas no pueden hablar, tampoco las necesitaron. Se comunicaban por el tacto, por la mirada, esa mirada profunda y penetrante que te encadena al otro ser. Se amaron, pasearon, se explicaron cómo eran sus mundos, que seres habitaban en ellos i cuales eran las comidas mejores para saborear, volaron con los polvos mágicos del hada, corrieron con las piernas del campesino, cantaron, bailaron, volvieron a amarse y se quedaron profundamente dormidos.
El hada jamás despertó, simplemente se vio sumergida entre los dos mundos sin abrir los ojos (sabía que abrirlos significaba verificar la realidad), el campesino despertó a la mañana siguiente en medio del camino pensándose que había sido un sueño y nada más.
Aun así el campesino, aun hoy en día, sueña todas las noches que se reencuentra con la belleza de un hada. No sabe muy bien porque, pero busca en todas las mujeres esa mirada y esa magia que sabe que no encontrará en otros ojos. Sin embargo sabe que ella está en algún lugar, sabe que sueña con ella porque ese es el único modo que ella tiene de comunicarse con él. No entiende lo que ha pasado, ni siquiera está seguro de que haya pasado, pero la siente tan profundamente como la primera vez que la vio y por mucho que intenta perderse en el bosque de nuevo día tras día, nunca más la volverá a ver y eso siempre lo ha sabido.
El hada observa el campesino desde la prisión de su mundo, se siente sola y eso la mata poco a poco por dentro, siente que no volverá a sentir esas manos rozando sus alas ni volverá a besar a esos labios como si fuera posible no respirar, siente que le quedan pocos días de vida, que su luz ya es muy tenue y que el amor que siente por el campesino está agotando su existencia, la está agotando porque la hace seguir en la prisión aun estando sola, aun sintiéndose sola, ella permanece allí, queriéndole, amándole, intercambiando días de vida por segundos de sueños de él. Porque en el fondo, el hada sabe que el precio que tiene que pagar no le sale nada caro comparado con el hecho de no intentarlo, de no insistir en seguir de pie, en seguir brillando, aunque solo sea un poquito de luz. Una luz ya casi transparente.
Cuentan que el hada aun sigue viva, que ya es incapaz de abrir los ojos, que sus fuerzas están sin fuerza y que lo único que le hace insistir en su tenaz idea es que el campesino aun está vivo y que vive gracias a los sueños que ella le regala.
Cuentan que el campesino ya es muy viejo, que ha vivido tantos años que su celebro ha dejado de ser cuerdo. Cuentan que se pierde en el bosque y dice que busca la magia de un hada, que su locura hará enloquecer el mundo y que sin ella el mundo ya estaría completamente loco.
Cuentan que los grandes Gnomos lo observan todo desde el Paraíso, que jamás habían visto tanto dolor, tanta belleza y tanto amor junto. Cuentan que los grandes Gnomos les dejaran morir en libertad, que les concederán doce segundos para que puedan hacerlo.
Cuentan que la leyenda es real.

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El hada supo que había terminado todo, lo supo porque su luz se había apagado completamente, sintió el dolor de su amor, y sintió toda la soledad que éste conllevaba. Pudo abrir un poco los ojos para verle a él. Estaba tumbado en el bosque y lloraba porque sabía que también le había llegado su hora y no había conseguido ver el hada.
Ella le rozó sin fuerzas la mano, él sintió electricidad en su piel y le dio la suficientemente fuerza para girarse hacia ella. Ella abrió más los ojos y su cuerpo se llenó de luz, una luz resplandeciente y hermosa. Él hizo una sonrisa y el hada creció hasta formar las medidas estándares de una mujer humana. Él perdió toda señal de vejez y abrazó el hada. El hada hizo aun más luz y le devolvió el abrazo.
Y allí, entre la inmensidad del bosque, en medio de la nada, entre el Paraíso y la tierra, entre el mundo perdido de la magia y el mundo jamás encontrado de la realidad, dejaron al universo los dos últimos suspiros de sus cuerpos. Inmediatamente después desaparecieron.
…8,9,10,11,12… Fin.

Margalida Garí Font.

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