Todo empieza y acaba en
un sumergirse bajo el agua.
Nunca nada había sido
tan sencillo. Primero los pies, después las
piernas y la cintura y, finalmente, los brazos, la barbilla y los ojos. El
orden puede variar, la quietud no varía.
Allí abajo se encuentra
todo un mundo de fantasía de color azul en todas sus tonalidades. Está allí, yo
lo he visto.
Un mundo en dónde el
cuerpo es ligero y dócil, el corazón se enlentece y el cabello adquiere
técnicas de baile desconocidas para el paraíso terrestre del viento. Un mundo
de silencio y de despedida a las palabras, ¿Quién desea el habla teniendo paz?,
¿Quién goza pronunciarse en el reino de los corales?, ¿Quién tiene el coraje
ahora?, ¿Quién lo tuvo antes?
Todo empieza y acaba en
un sumergirse bajo el agua.
El tiempo, ese villano
de vidas y también de muertes, se pierde en la corriente del agua y no vuelve.
La luz, esa Diosa del día que duerme en la noche, es incapaz de llegar a todas
las profundidades marinas. ¿Acaso llega la Diosa a las profundidades del corazón? ¿Acaso tú, tienes el corazón lleno de
luz? Afírmalo sí te atreves, se, por una vez, valiente y niega las sombras del
alma.
Allí, en el agua,
nadando van los sueños y sus dueños, huyendo del miedo pero con miedo,
ahogándose en la triste certeza de no haber encarado con firmeza a la vida, de
no haberle sido infiel. Nadando van los sueños y sus dueños, siguiendo el flujo
del agua y difícilmente, algunos pocos, se empernan en ir, inútilmente, a
contracorriente. Aún así, os lo aseguro, les he visto, esos pocos son felices y
hasta sonríen entre oleaje y oleaje.
Todo empieza y acaba en
un sumergirse bajo el agua.
La rebeldía innata por
defecto (o virtud) cobra su forma más espléndida en un mundo de calma y de
tempestad. Jamás hay que olvidar que así como el mar nos regala la paz, hay
veces que nos muestra la tormenta y otras, incluso, se alía con las nubes y el
viento y nos enseña todo su poder.
Comprendemos, entonces,
la nada que somos ante la naturaleza, la poca palabra que tenemos para ella.
Somos capaces de recortarle los bosques y las montañas, también de ensuciar el
aire y el agua pero somos incapaces de domarla y de vivir sin ella. Ella nos
crea y nos destruye, nos enseña y nos castiga. Es amor y odio. Y en los retos,
ella nos devuelve a cada uno a nuestro sitio con poco más que la humildad y la
certeza de que hemos perdido en tozudez pero hemos ganado en humanidad y, por
supuesto, en rebeldía.
¿Hay algo más hermoso
que la libertad y la rebeldía?
Esa lección iba yo
aprendiendo en el tiempo infinito en que mi cuerpo y mi mente flotaban en el
agua. Y ya no había cuerpo, ni mente, ni yo subjetivo, todo era uno y no era
nada. Absolutamente nada e indiscutiblemente todo.
Todo empieza y acaba en
un sumergirse bajo el agua.
Cuando lo entiendas
habrás vivido.
Margalida
Garí Font
Déjame
vivir
Libre
Pero
a mi manera.
Jarabe de Palo.
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