miércoles, 19 de abril de 2017

Mi querida República Dominicana...



República Dominicana, diecinueve días después, sigue atragantándose en mi nostalgia y así será para siempre, como también digerir Perú es, aún hoy, tarea catalogada de imposible.
Mi cabeza ve pasar miles de momentos, imágenes y sensaciones a la velocidad de la luz. Todo forma parte de mí, secretamente mío y eso me enorgullece infinitamente.
Cuatro enfermeras de diferentes puntos de España. Jamás nos habíamos visto y de repente, los hilos se cruzan y acabas teniendo a cuatro amigas que tienen el mismo secreto que tú. Un secreto compartido, República guardada en el corazón.
Una enfermera nativa, Altagracia, que nos enseñó la belleza de la vida, la injusticia de la muerte pero el hacerse fuerte cuando la tienes de frente y, por supuesto, que una es enfermera por amor o, de lo contrario, nunca fuiste enfermera.
Las personas del país, ¿qué decir de esa gente?
No hay palabras para describir que se siente cuando alguien con pocos recursos económicos (a veces nada de recursos), decide hacerse promotor y promotora de salud gratuitamente para ayudar a su pueblo a prevenir enfermedades y promover la salud de todo el pueblo. A pesar de las adversidades, de la falta de motivación que todos podamos tener en algún momento, a pesar de la frustración, a pesar de los escasos medios…allí siguen, contra viento y marea. Esos son los verdaderos héroes y heroínas del siglo XXI.
No hay palabras para decir que se siente cuando entras en un hogar, su hogar, y ves que lo único que tienen es un colchón húmedo en dónde duermen cinco o seis personas, una cocina oscura para cocinar arroz con guandule y carne (el más afortunado) y, aun así, te invitan a pasar y te ofrecen un té o Coca-Cola, y eso supone gastar su, quizás, último peso y aun así no te dejan ir sin que hayas aceptado ese traguito de té y la compañía de sus historias.
Para los niños y niñas del país, para ellos tampoco tengo más que palabras de amor. Esos niños y niñas que te abrazan haciendo un precioso cuadro con diferentes tonos de piel, que te preguntan sin cesar y no saben que la admiración viene servida en nuestro vaso cuando son ellos quienes nos lo ofrecen.
Sinceramente, para mí, ellos y ellas, siendo los más pequeños, lo hacen todo gigantesco. Y nos desgastan el corazón de tanto quererles incondicionalmente, a pesar de la distancia y del paso del tiempo tendremos el corazón gastado para siempre. Felizmente gastado.
Mi reloj de mano sigue hiendo seis horas atrasado respecto de la hora española porque soy incapaz de hacer callar al tiempo. A su lado duerme la pulsera que compartimos con las niñas de Mundo Feliz, también incapaz de quitármela no vaya a ser que ellas lo detecten y se olviden de mí.
Y aun no sé qué es lo más bonito de toda esta historia si el pedacito de corazón que República ha robado o si la esperanza de haberlo reconstruido con otro pedacito, el de su propio corazón.


Margalida Garí Font

Foto: Batey Antonci. Sandra, yo y una princesa.            


PD: Amaia, Sandra, Tamara, Altagracia, Ana, Monei, Dr. Mejía, Crisly, María, Oveidi, Ibelise, Alexandra, Angélica, Rosa, Martina, Vanesa, Yesica, Johanna, Roselín, Nairovi, Elena, Jeni, Sor Carmén…y a todos los demás, GRACIAS.

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