República Dominicana,
diecinueve días después, sigue atragantándose en mi nostalgia y así será para
siempre, como también digerir Perú es, aún hoy, tarea catalogada de imposible.
Mi cabeza ve pasar
miles de momentos, imágenes y sensaciones a la velocidad de la luz. Todo forma
parte de mí, secretamente mío y eso me enorgullece infinitamente.
Cuatro enfermeras de
diferentes puntos de España. Jamás nos habíamos visto y de repente, los hilos
se cruzan y acabas teniendo a cuatro amigas que tienen el mismo secreto que tú.
Un secreto compartido, República guardada en el corazón.
Una enfermera nativa,
Altagracia, que nos enseñó la belleza de la vida, la injusticia de la muerte
pero el hacerse fuerte cuando la tienes de frente y, por supuesto, que una es
enfermera por amor o, de lo contrario, nunca fuiste enfermera.
Las personas del país,
¿qué decir de esa gente?
No hay palabras para
describir que se siente cuando alguien con pocos recursos económicos (a veces
nada de recursos), decide hacerse promotor y promotora de salud gratuitamente para
ayudar a su pueblo a prevenir enfermedades y promover la salud de todo el
pueblo. A pesar de las adversidades, de la falta de motivación que todos
podamos tener en algún momento, a pesar de la frustración, a pesar de los
escasos medios…allí siguen, contra viento y marea. Esos son los verdaderos
héroes y heroínas del siglo XXI.
No hay palabras para
decir que se siente cuando entras en un hogar, su hogar, y ves que lo único que
tienen es un colchón húmedo en dónde duermen cinco o seis personas, una cocina
oscura para cocinar arroz con guandule y carne (el más afortunado) y, aun así, te
invitan a pasar y te ofrecen un té o Coca-Cola, y eso supone gastar su, quizás,
último peso y aun así no te dejan ir sin que hayas aceptado ese traguito de té
y la compañía de sus historias.
Para los niños y niñas
del país, para ellos tampoco tengo más que palabras de amor. Esos niños y niñas
que te abrazan haciendo un precioso cuadro con diferentes tonos de piel, que te
preguntan sin cesar y no saben que la admiración viene servida en nuestro vaso
cuando son ellos quienes nos lo ofrecen.
Sinceramente, para mí,
ellos y ellas, siendo los más pequeños, lo hacen todo gigantesco. Y nos
desgastan el corazón de tanto quererles incondicionalmente, a pesar de la distancia
y del paso del tiempo tendremos el corazón gastado para siempre. Felizmente
gastado.
Mi reloj de mano sigue
hiendo seis horas atrasado respecto de la hora española porque soy incapaz de hacer
callar al tiempo. A su lado duerme la pulsera que compartimos con las niñas de
Mundo Feliz, también incapaz de quitármela no vaya a ser que ellas lo detecten
y se olviden de mí.
Y aun no sé qué es lo
más bonito de toda esta historia si el pedacito de corazón que República ha
robado o si la esperanza de haberlo reconstruido con otro pedacito, el de su propio
corazón.
Margalida Garí
Font
Foto: Batey Antonci. Sandra, yo y una princesa.
PD: Amaia, Sandra,
Tamara, Altagracia, Ana, Monei, Dr. Mejía, Crisly, María, Oveidi, Ibelise,
Alexandra, Angélica, Rosa, Martina, Vanesa, Yesica, Johanna, Roselín, Nairovi,
Elena, Jeni, Sor Carmén…y a todos los demás, GRACIAS.
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