La
saliva de tu boca es la muerte placentera de la mía.
Tus
manos acechando a mi cintura son el atajo más rápido para desnudar hasta la
piel.
Lo
confieso, una sola mirada tuya es el sinónimo más exacto de la palabra desarmar,
Tú
lo sabes, yo también.
Hay
palabras que los diccionarios no entienden,
hay
corazones que nunca se dejan de romper.
Ya
no recuerdo ningún lunar de tu cuerpo que no acabara amado por el mío,
que
cuando es el alma quien participa todas las heridas cierran con sabor de rosas.
Aprendimos
que entre la purpurina y las espinas solo hay un cambio de perspectiva,
que
los labios también duelen cuando sangran amor con desamor de postre.
En
cuanto a mí, siempre te lo dije,
derretirme
es acabar navegando en tus brazos,
placer
es emborracharme debajo de tu sonrisa,
querer
que me retengas con todas tus fuerzas,
engañar
a mi yo más salvaje y a todos los sin ti de ayer.
Es
por eso, amor,
que amarte nunca se me ha dado bien y,
aun
así,
tú.
Y
tu piel,
domesticáis
toda locura.
Toda
mi
locura.
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