jueves, 5 de noviembre de 2015

Tormentas con mares

Después de la tormenta siempre vuelve la calma, y es cierto, pero primero viene la tormenta.
A las tormentas hay que entenderlas, dejarlas pasar, que se enfaden y desenfaden las veces que quieran.
A las tormentas hay que dejarlas llover, que lluevan mares de corazones rotos y que todos los corazones rotos se permitan el lujo de ser llovidos.
Es temporal, sí, pero es un temporal casi petrificado, eterno, tan largo e intenso que se vuelve tiempo inmortal.  Una eternidad del tiempo, una estrella fugaz congelada, un llorar del corazón y un océano que responde al nombre de desamor.
De haberlo sabido la luna habría creado ella misma sus propios poemas, tan largos y tristes como los ya escritos.
Y, sin embargo, después, vuelve la calma.
Aquel espejo nuestro que nos hace propios, los ojos. Jamás se sabrá con mayor certeza de que se haya carecida un alma más que con un simple focalizar de ojos. Los ojos nos esconden y nos muestran, nos embellecen y nos marchitan, en ellos nos mostramos con nitidez aunque nos sintamos tenues.
Los ojos, esos dos pozos que ganan a cualquier máquina detectora de mentiras, esa tristeza en plena tormenta y esa paz en su posterior calma. ¿Se habrá la luna inspirado en ellos?
Ciertamente, las tormentas tienden a agujerearnos las entrañas, es su modo de enseñar al corazón. Es eficaz, no cabe la menor duda, y aunque nos quiten hasta la piel, de allí una sale tan fuerte como el acero y aprende a evitar las altas mareas la mayor parte del tiempo. No obstante, tiemblan hasta las pestañas en cada desgarre de desamor. Realmente, ¿habrá el poeta gozado sus preciosas poesías? ¿Se habrá dado cuenta el corazón de qué se ha roto? ¿Tendrá la luna poesías suficientes para todos?
Y después del oleaje, de un despeinarse constante y un marearse en alta mar, después de deshidratar el alma de sal y mantener la voz de adentro en un silencio estricto, después del quitarse la ropa raída y esperar a que el fuerte viento nos tatúe la piel de una permanente lección infantil…después de todo eso, vuelve la calma.
El renacer, la calma. Paz, la calma. Reinicio, la calma. Latir, la calma. Calma, carísima, calma. La, coma, calma. La calma sin coma. La esperada, calma. La calma que espera. La gran, calma. La maldita, calma. Calma, calma, calma…
Pero primero, viene la tormenta.



Margalida Garí Font,

Give time to the weather of your soul for speaking and then will be your own soul who is going to be quiet forever. 

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