Después de la tormenta
siempre vuelve la calma, y es cierto, pero primero viene la tormenta.
A las tormentas hay que
entenderlas, dejarlas pasar, que se enfaden y desenfaden las veces que quieran.
A las tormentas hay que
dejarlas llover, que lluevan mares de corazones rotos y que todos los corazones
rotos se permitan el lujo de ser llovidos.
Es temporal, sí, pero
es un temporal casi petrificado, eterno, tan largo e intenso que se vuelve
tiempo inmortal. Una eternidad del
tiempo, una estrella fugaz congelada, un llorar del corazón y un océano que
responde al nombre de desamor.
De haberlo sabido la
luna habría creado ella misma sus propios poemas, tan largos y tristes como los
ya escritos.
Y, sin embargo,
después, vuelve la calma.
Aquel espejo nuestro
que nos hace propios, los ojos. Jamás se sabrá con mayor certeza de que se haya
carecida un alma más que con un simple focalizar de ojos. Los ojos nos esconden
y nos muestran, nos embellecen y nos marchitan, en ellos nos mostramos con
nitidez aunque nos sintamos tenues.
Los ojos, esos dos
pozos que ganan a cualquier máquina detectora de mentiras, esa tristeza en
plena tormenta y esa paz en su posterior calma. ¿Se habrá la luna inspirado en
ellos?
Ciertamente, las
tormentas tienden a agujerearnos las entrañas, es su modo de enseñar al
corazón. Es eficaz, no cabe la menor duda, y aunque nos quiten hasta la piel,
de allí una sale tan fuerte como el acero y aprende a evitar las altas mareas
la mayor parte del tiempo. No obstante, tiemblan hasta las pestañas en cada desgarre
de desamor. Realmente, ¿habrá el poeta gozado sus preciosas poesías? ¿Se habrá
dado cuenta el corazón de qué se ha roto? ¿Tendrá la luna poesías suficientes
para todos?
Y después del oleaje,
de un despeinarse constante y un marearse en alta mar, después de deshidratar
el alma de sal y mantener la voz de adentro en un silencio estricto, después
del quitarse la ropa raída y esperar a que el fuerte viento nos tatúe la piel de
una permanente lección infantil…después de todo eso, vuelve la calma.
El renacer, la calma.
Paz, la calma. Reinicio, la calma. Latir, la calma. Calma, carísima, calma. La,
coma, calma. La calma sin coma. La esperada, calma. La calma que espera. La
gran, calma. La maldita, calma. Calma, calma, calma…
Pero primero, viene la
tormenta.
Margalida
Garí Font,
Give time to the weather of
your soul for speaking and then will be your own soul who is going to be quiet forever.
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