Cualquier habitante del planeta lo
habría visto mucho antes de que la pintura y las ansias de tapar el recuerdo
hubieran cubierto por completo su existencia. O su no existencia, que ahora ya
era casi lo mismo.
Ni rastro del dibujo perfectamente
encajado en la ventana. Ni rastro de la ventana, sí de la
puerta. Aquella pintura densa había conseguido ser de utilidad para los nuevos
dueños del local. En otras palabras, la pintura había hecho desaparecer las
líneas que años antes él y sus compañeros de grupo habían trazado con la púa de
la guitarra para dejar marcado, más o menos, la posición que debía ocupar cada
miembro. La pintura también había acabado con las manchas amarillentas que le
daban ese toque underground al techo de la
habitación, y con los pósters de sus grupos más influyentes. Pero sobretodo, la
pintura había hecho desaparecer la ventana y, con ella, al dibujo.
No es que él fuera un fan
incondicional de ese local. En realidad, era demasiado oscuro y la poca luz que
había le terminaba de dar ese toque a infierno que habría hecho levantar de la
tumba a su bisabuelo. Pero él y el grupo habían pasado tantas horas en ese
antro que no se imaginaba a esas cuatro paredes sin él dentro o a él sin las
paredes dentro que a veces no sabía bien quién estaba dentro de quién.
Pero ahora era irreconocible, un “hotel
para ricos” le había dicho su amigo cuando le informó que tendrían que buscarse
otro sitio para tocar porque el dueño había decidió hacer un cambio radical en
su vida. “¡Maldito sea! ¡Putos empresarios!”
En cuanto tuviera un momento le iba a dedicar una canción de esas de las que
nadie quiere ser el protagonista y se la colgaría en el parabrisas de su BMW
con cola para pegar hasta a una montaña al cielo.
Allí se encontraba él, de pie y
atónito ante una habitación de lujo que poco tenía que ver con su local, con su
ventana (por cierto, dibujada también) y con su dibujo en el fondo de la
ventana. “¿Cuántas habrían sido las horas
pasadas dentro del recinto?” Millones, una barbaridad, imposible llevar la
cuenta, imposible no descontarse.
“Te he dibujado una ventana con un paisaje medio desierto y medio
bosque en el fondo no para desequilibrar el tono negro de las paredes, sino
para recordarte que siempre hay una ventana para escapar y conocer a dónde
llevan esos caminos.” Le había dicho
ella la noche que le dio la sorpresa del dibujo.
“Es solo para que no lo olvides, no tienes porque ir, pero si algún día
necesitas estirar las piernas allí está el camino”.
Y a él le pareció que esa ventana
era perfecta para el local. Le quedaba detrás así que solo la tenía que mirar
cuando lo necesitara. Y la necesitó más de lo que pensaba. Y ahora, de pie,
necesitaba más que antes a esa ventana y a sus caminos. Pero las paredes se
habían vuelto tan blancas, tan horriblemente y espantosamente blancas que hasta
los nuevos inquilinos del Hotel Efferie
(así era como se llamaba ahora) decían haber padecido a primera estancia una
deslumbrante bienvenida.
Por instinto acarició al trozo de
pared sin ventana, se giró lentamente como para no tener que despedirse por
segunda vez de algo que había querido tanto y decidió que jamás volvería a
entrar en ese lugar.
Fuera le estaban esperando el
resto del grupo con un enorme cuadro que él no podía ver por tenerlo puesto del
revés. ¿Ya habéis invertido pasta en otro
póster?- Preguntó sin muchas ganas de seguir hablando e ir directamente al
nuevo local y hacer música como si no hubiera más amaneceres que ver.
Ellos, nerviosos, giraron el
cuadro y dejaron que él pudiera verlo. “Esta
vez hemos decidió poner esta fotografía en vez de un póster. ¿Qué te parece?”- Le
dijeron algo temerosos.
No lo pudo evitar, mientras
sus ojos no dejaban de mirar la fotografía, dos lágrimas empezaron a bajar
mejilla abajo. “Es perfecto. Podremos
estirar las piernas de vez en cuando”- contestó. Y partieron a colgarlo y a
tocar.
Margalida,
PD: Actualmente, en el museo de fotografía de
Mallorca, existe una imagen de valor incalculable que protagoniza la entrada de
la estancia. Se calcula que fue tomada en los años 70. La imagen enseña una
habitación pequeña y muy oscura llena de instrumentos en primer plano que han
sido retirados cuidadosamente por una mujer que da la espalda al observador. La
mujer está terminando de pintar una ventana enorme en la pared del fondo. La
ventana tiene un paisaje precioso al otro lado. El título de la fotografía es: Escapa.
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