miércoles, 26 de mayo de 2021

Veu d'illa / Voz de isla

VERSIÓ CATALÀ 

Ses Illes Balears són un paradís natural o, com diem aquí, lo que queda d’aquest paradís.

Es meu nom és Margalida Garí Font, som mallorquina, infermera, escriptora i amant de sa naturalesa.

Una de ses característiques d’una escriptora és no poder evitar posar paraules a allò que mos remou per dins. És com un foc que s’encén, comença per una lletra i acaba amb un incendi en forma d’història.

Però resulta, que aquesta història es tant nostra, tant d’arrels illenques, que més que una necessitat, és un deure posar-li nom.

Es caràcter illenc és autèntic perquè portam una motxilla plena de pedres que, no sempre, ha estat un camí de roses.

Mos han pres tantes coses de sa nostra identitat que hem tornat esquius front un món que sobreviu a base de poder i destrucció paisatgística.

Som una població que habita dins es silenci perquè hem nascut i crescut dins tants de silencis que no sabem què és un racó de so.

Però estam molt cansats i cansades d’aquest bombolleig constant. Ara ja no sabem ni podem callar.   

Noltros som formenterencs/es, eivissencs/es, menorquins/es i mallorquins/es.

Estimam ca nostra.

La cuidam.

La protegim amb es nostres actes.

Ses balears són sa nostra llar, ses nostres arrels i sa nostra identitat.

Estimam la mar que mos abraça i també estimam ses nostres costes.

Estimam totes i cada una de ses pedres que colquen sobre sa Serra de Tramuntana i sobre ses petites i grans muntanyes de cada illa.

Si nedam, no hi deixam fems dins ses nostres aigües.

Si caminam, no destruïm camins de més de quatre-cents anys d’antiguitat.

No molestam ses aus que fan niu.

No derrocam un port marítim construït per es nostres padrins per fer-hi un passeig formigonat.

Primer fou Palma i es Passeig marítim i d’aquí va sorgir, sa destrucció d’Eivissa, de Calvià, Andratx, s’Arenal, Cala d’or, Cala Ratjada, Alcúdia...

I, de sobte, sa Serra de Tramuntana i totes ses seves infinites restriccions.

Aquestes no son ses nostres illes.

Aquesta ferida ja no cicatritzarà.

Sa natura segueix es seu curs, no mos necessita.

Noltros a ella sí.

Ja no som es silenci, sa indiferència i sa injustícia d’aquestes terres.

Les estimam. Però les estimam cuidades i potenciant un turisme de qualitat de mar i de muntanya.  

Ha arribat s’hora de tornar a ser paraula, de reclamar els nostres drets i, també els nostres deures.

Ni els amants de sa muntanya fem mal a sa nostra Serra ni ses illes tenen per nom Magaluf.

Així és com el silenci d’arrels, brota i comença a ser flor de crit.



VERSIÓN CASTELLANO

Las Islas Baleares son un paraíso natural o, como decimos aquí, eso que queda del paraíso.

Mi nombre es Margalida Garí Font, soy mallorquina, enfermera, escritora y amante de la naturaleza.

Una de las características de una escritora es no poder evitar poner palabras a aquello que nos remueve por dentro. Es como un fuego que se enciende, empieza por una letra y termina en un incendio en forma de historia.

Sin embargo, esta historia es tan nuestra, tan de raíces isleñas, que más que una realidad, es un deber ponerle nombre.

El carácter isleño es auténtico porque llevamos una mochila llena de piedras que, no siempre, ha sido un camino de rosas.

Nos han quitado tantas cosas de nuestra identidad que nos hemos vuelto esquivos frente un mundo que sobrevive a base de poder y destrucción paisajística.

Somos una población que habita dentro del silencio porque hemos nacido dentro de tantos silencios que desconocemos qué es un rincón de sonido.

Pero estamos muy cansados y cansadas de este burbujeo constante. Ahora ya no sabemos ni podemos callarnos.

Nosotros/as somos formenterenses, ibicencos/as, menorquines/as y mallorquines/as.

Amamos nuestra casa.

La cuidamos.

La protegemos con nuestros actos.

Las baleares son nuestro hogar, nuestras raíces y nuestra identidad.

Amamos el mar que nos abraza y también amamos sus cuestas.

Amamos todas y cada una de las piedras que cabalgan sobre la Sierra de Tramuntana y las pequeñas y grandes montañas de cada isla.

Si nadamos, no dejamos basura en nuestras aguas.

Si caminamos, no destruimos caminos de más de cuatrocientos años de antigüedad.

No molestamos las aves que hacen nido.

No derrocamos un puerto marítimo construido por nuestros abuelos para hacer un paseo de hormigón.

Primero fue Palma y el Paseo Marítimo y de aquí surgió la destrucción de Ibiza, Calviá, Andratx, el Arenal, Cala d’Or, Cala Rajada, Alcudia…

Y, de repente, la Sierra de Tramuntanta y todas sus infinitas restricciones.

Estas no son nuestras islas.

Esta herida ya no cicatrizará.

La naturaleza sigue su curso, no nos necesita.

Nosotros/as a ella sí.

Ya no somos el silencio, la indiferencia y la injusticia de estas tierras.

Las amamos. Pero las amamos cuidadas y potenciando un turismo de calidad de mar y de montaña.

Ha llegado la hora de volver a ser palabra, de reclamar nuestros derechos y, también, nuestros deberes.

Ni los amantes de la montaña hacemos daño a nuestra Sierra ni estas islas se llaman Magaluf.

Así es como el silencio de las raíces, brota y empieza a ser flor de grito.




viernes, 9 de agosto de 2019

Perdonadnos.


Queridas y apreciadas personas de a bordo, personas que aún no estáis a bordo pero sí mañana, personas que lucháis para estarlo, personas que huís para estar a bordo, personas que estuvisteis a bordo pero ahora estáis de vuelta al lugar de dónde os fuisteis y queridas personas que también estuvisteis a bordo y ahora estáis en el fondo del mar.  

Perdonadnos.

Porque éste es el lugar soñado que os vendieron.

Porque éstas son las buenas personas haciendo buenos actos.

Las mismas que os dijeron que os abrirían las puertas de sus casas, abrigarían vuestros miedos y os devolverían un trocito de la dignidad que aun os queda.

Perdonadnos.

Porque nuestras malas personas no van de frente empuñando un cuchillo o un revólver. Las nuestras visten de traje, corbata, tacones y pendientes de oro. Y nunca las ves venir porque ellas siempre están.

Perdonadnos.

Porque hablamos de la libertad como si fuera la descripción de toda una Europa solidaria y unida, pero nunca nadie supo a quién nos referíamos con ese nombre. Ni dónde está. Ni a dónde se ha ido.

Porque se tiene que haber ido, si es que alguna vez estuvo.

O se ha ido o es que a ella también la hemos matado.

Perdonadnos.

Porque las personas que nos gobiernan son las mismas que deciden quién es apto para vivir en nuestra “Unión” Europea y quién no.

Quién es apto para vivir y quién no.

Personas votadas democráticamente por nosotros/as.

Perdonadnos.

Porque ya no nos acordamos que un día nosotros/as también nos fuimos.

También nos llamábamos inmigrantes, migrantes y emigrantes. A veces lo fuimos todo a la vez.

Perdonadnos porque la memoria histórica es aquello que o no queremos ver o no queremos entender.

Perdonadnos.

Porque ya quedamos muy pocos/as y nosotros/as tampoco os queremos salvar (eso lo habéis hecho muy bien solos/as).

Nosotros/as solo queremos que se os devuelva toda la dignidad.

Que construyamos juntos/as lo que tantos otros derribaron por separado.

Pieza a pieza. Piel con piel. Sin colores. Sin fronteras. Sin aguas que calmar.

Perdonadnos.

Porque quedaremos pocos/as pero se nos va a escuchar en todos los rincones, despachos y bolsillos de eso que aun llamamos planeta y de esa que aun llamamos humanidad.  

Y no nos vamos a callar.

Y no os vamos a callar.

Pero perdonadnos.

Perdonadnos porque no tenemos perdón.  

Margalida Garí Font

Fotografía: Proactiva Open Arms. 




domingo, 21 de octubre de 2018

Dieciséis


Yo a mis dieciséis también le tenía miedo a la vida, me parecía algo tan sumamente largo que no entendía porque la gente mayor iba por la calle con el peso del alma por delante. Como si arrastraran a la mismísima vida por el cogote.  

Yo a mis dieciséis tenía el corazón dividido en un dilema gigante entre el profesor de dibujo y el profesor de educación física.

Mantenía mi habitación en un amor incondicional por Tom Welling y me aseguraba de que no hubiera ni un milímetro entre poster y poster de él.

Yo a mis dieciséis también me miraba al espejo y me veía mi cuerpo tres veces más ancho de lo que realmente era.

Comparaba mi pelo fregona con el cabello pantenne de mis amigas, mis caderas con las caderas de cualquier actriz y mis labios con todas las siliconas que aun hoy persisten.

Me pasaba el día en una nube llena de historias de amor al más puro estilo Disney y me corría mucha prisa por tener dieciocho y ser adulta.

Me avergonzaba amar a la filosofía antes que a la química y devorar libros de Valle-Inclán y de Bécquer.

Odiaba el baloncesto con todas mis fuerzas y por miedo al qué dirán me mantuve en él catorce años de mi vida cuando en realidad quería ir a Salsa o a spinning o a cualquier otro deporte que tuviera cardio de apellido.  

Mi primera mitad de año me enganché a la música de Nek, La Oreja de Van Gogh, Estopa, Celine Dion, Laura Pausini, Marta Sánchez y Malú.  En la segunda mitad cambié mi amor por Extremoduro, Marea, Manu Chao, Macaco, Los Suaves y Fito.

Había viajado mentalmente a todos los lugares de África, la India y América Latina y me salía mi parte más salvaje cuando alguien hacía uso de racismo para defender sus argumentos.

Amaba a mis amigas más allá de mi misma y me habría pasado las tardes dando saltos en charcos llenos de barro.

Así, yo a los dieciséis también vivía en un mundo de hormonas que estaba en constante cambio y movimiento y no me daba tiempo a avanzarle.

Ahora ya tengo veintisiete y aún no he estado en África.

Sigo amando a la filosofía, a Bécquer y a Valle-Inclán más allá de toda química y me gusta pensar que hago uso de la rebeldía siendo enfermera y leyendo poesía.

He aprendido a querer todas las partes de mi cuerpo y cuando me miro al espejo veo a una mujer tan fuerte como preciosa.

Me he pasado al jazz y al soul pero sigo queriendo al rock y al pop.

He dejado de amar a Tom Welling y ahora amo a Álex García y a sus Tiempos de Guerra.  

He conocido a la montaña, el mar y el valle. Creo que ya no podré olvidarles. Ojalá les hubiera conocido a los dieciséis porque estoy segura que algunas cosas habrían sido más fáciles.

Sigo estando en la nube pero Disney se ha bajado de aquí.

Me he enamorado de más de diez personas que eran las personas de mi vida pero al final no.

Me han herido y he herido.

He ganado y también he perdido pero lo único que me ha hecho daño ha sido cuando al verbo perder se le incluía la palabra persona.

Y tuve dieciocho pero no fui mayor, tengo dudas de si ya lo soy.

Ahora tengo veintisiete.

Ella tiene dieciséis y no sé cómo explicarle que, cuando estamos juntas, mis veintisiete también son dieciséis, que ya no hace falta que se esconda porque todo eso que piensa ahora, sí importa.

Que esos cambios de humor no se llaman edad del pavo sino lecciones de vida.

Y todo lo que le hace feliz ahora es lo que le hará feliz después.

(También cuando sea mayor y vaya arrastrando al alma por el cogote).

Pero sobretodo, explicarle que su cuerpo es fuerte y precioso ante todos los espejos de éste mundo y, más aun, ante la misma vida.

Explicarle que no juegue a baloncesto catorce años si no le gusta porque podrá jugar a Boxeo toda su vida, que no por ser mujer tiene que pasearse con un vestido.

Que nos enamoramos de personas y no de sexos.

Que se puede estar preciosa solo con la piel y que Disney no es real pero de allí también se aprende.

Explicarle que el camino parece sumamente largo pero con el tiempo te das cuenta que es insoportablemente corto.

Y que no se preocupe, que de las montañas, del mar y de los valles me encargo yo porque todo lo demás solo le pertenece a ella.

Y en ella se quedará para siempre. 


                                                                                Margalida Garí Font

lunes, 23 de julio de 2018

Perder el tiempo


Perder el (al) tiempo.
Que él no sepa a dónde me voy, que no me encuentre, que se aleje.
Olvidar el reloj todas las mañanas, dejar de escuchar su alarma imponiéndose a mi fin de sueño.
Perder EL tiempo.
Quedarme ratos sentada en la cima de una montaña.
Quedarme vidas.
Quedarme besos.
Perder AL tiempo.
Y no buscarle.
Dejar que duerma en la intemperie toda la noche, toda su vida.
Encontrar dentro de sus maletas de vueltas mis libros de huidas.
Denunciarle por violencia de letras.
Encerrarle en la cárcel de “Siglos perdidos”.
Devolverle su soga.
Olvidado por cobarde.
Desterrado por quererme.



Margalida Garí Font

jueves, 12 de julio de 2018

A veces tiemblo


A veces tiemblo.

Hay demasiada sangre derramada en una guerra cuando pienso que no debería existir ni la primera gota.

El consumo material que nos consumirá el planeta, el alma y la razón.

Personas a la deriva con todas las fronteras cerradas.

Tierra no firme, persona denegada, libertad no liberada.

Políticos que hablan, cuchichean, gritan, apuntan con su dedo como si ese fuera un arma de destrucción masiva. Y lo es. El dedo de la indiferencia.

Enfermedades olvidadas, jamás subvencionadas. No existen aquí, da igual si existen allí.

Océanos de plástico. El agua traga, sus animales callan.

Si no se ven, no existen.

Costas en forma de hotel, playas en forma de personas.

Personas con billetes de quinientos envueltos en arena dentro de sus bolsillos.

Niños y niñas que mueren de hambre. Sí, aun hoy. Sí, ahora.

Mujeres maltratadas, explotadas, vendidas, violadas, empequeñecidas, olvidadas.

Niños que tienen armas en contra de su voluntad. Obligados a matar en nombre de nadie.

Agua, no para todos.

Casa, no para todos.

Derechos, de nada.

Grandes industrias de ropa que substituyan a los grandes armarios de ropa que ya no queremos.

Mataderos XL porque alguien decidió que la vida y la muerte de cualquier ser vivo depende del márquetin de nuestras manos.

Vidas animales que existen en número cero.

Colmillos de elefante con sangre de marfil, zapatos de serpiente, hamburguesas de sueños. Todo multiplicado por infinito.

Deforestación del planeta.

Somos dueños y dueñas de la Tierra.

Y aunque la indiferencia no tiene nombres absolutos, a veces, tiemblo.

Porque temblar me mantiene viva, alerta, en guardia.

Con el lápiz cargado de tiza, con la defensa al punto de amor.

  
Margalida Garí Font










   

lunes, 9 de julio de 2018

Mía


A ratos, a miedos, a sueños.

En el corazón entra el ruido y se sale la calma,

vuelven las sombras, se acaba el vino, empiezo de creo.

Porque creo, siempre creo, que es mala mar temporal.

Tormenta de verano.

Agua de sofocón.

A tientas, a pie, a versos.

Soy mi cárcel y mi abrir de ventanas.

Piel incomprendida.

Mundo del revés.

Y encontrar un equilibrio entre tanto ruido.

Buscar mi voz, olvidar tus gritos, regresar al sueño.

Regresar, a pesar del sueño.

Alma inquieta, salvaje, libre.
Mía. 







Margalida Garí Font

viernes, 1 de junio de 2018

Mar y Tierra


Dejar que el cuerpo se pierda sumergiéndose en el mar es, en su forma más primitiva, alejarse de la tierra.

Desaparecer.

Estar a solas.

Entender al silencio que nunca se calla.

Bailar entre todas las lágrimas que ahora son océano y solo por eso valió la pena que fueran lloradas, guardadas en el mar para darles el prestigio que no tenían en el mundo terrestre.

Mar para navegar a la deriva el tiempo que la tierra nos duela.

Salar cicatrices. Convertirlas otra vez en piel.

Tierra para pisar caos firme.

Volver a subir a esas montañas que nos enseñan que desde arriba los problemas son hormigas y aunque bajemos de nuevo, las hormigas siguen siendo pequeñas.

Tierra desde dónde no perdamos de vista al mar.

Mar que nos salve de nuevo del tiempo, de la rutina, de la gente y de las hormigas.

Sin embargo, nos devuelve a la tierra.

Y, aun con todas las cicatrices saladas, pisando caos firme…nos imaginamos viviendo abrazados por el agua. Protegidos del tiempo, la rutina, la gente y las hormigas…pero para siempre.



Margalida Garí Font

Canción: Allí donde solíamos gritar- Love of Lesbian. 

domingo, 27 de mayo de 2018

Tener o no


Ella tiene un corazón que la traiciona, un cuarto de carrera de letras, idas y venidas científicas y un desapego por las ciudades, a veces, incomprensible.

Ella tiene una admirable colección de pendientes de colores y libros en cualquier letra, pesadillas con brujas y pulseras de purpurina.

Un vestido de todos los colores y un color para el resto de los vestidos, tinta negra en su piel morena y va diciendo por allí que son las marcas del AMOR.

Y el AMOR del que ella habla no se borra fácilmente ni de la piel ni del alma.

Ella tiene un destino que es pasado, un pasado no acabado y una Enciclopedia de Filosofía Oriental.

Ella tiene una familia en forma de Primer Pilar, un segundo plato llamado Amistades y el postre que de vez en cuando empieza por Poesía.

Los días que pide café decide que es para quererse un poco más, así que le dice a la camarera un café corto de gente.

Ella tiene lágrimas, besos y rabia.

Un buzón lleno de cartas, dos o tres semáforos en ámbar, motivos para agarrarse a un clavo ardiendo y aviones que nunca despegan a alguna parte.

Ella tiene, de eso no cabe duda.

Sin embargo, ¿qué posee?



Margalida Garí Font

jueves, 24 de mayo de 2018

A pesar de...


A pesar de haber sido…

Una de esas mujeres que en su día se leyó una Biblioteca entera en trayectos de tren y disfrutó en forma de vidas paralelas dibujadas en cada ventana de su vagón.

Una mujer que hirió a más de un corazón, pero tampoco ella quedó impune.

A pesar de haber sido una mujer labios rojos y vestidos cortos, una mujer tarde de amigas y varones de vaivén.

Una de esa clase de mujeres que hacían la maleta por amor. Sin miedo, sin adiós y sin ton ni son. A la que le decían te quiero y contestaba yo también.

Que cortos fueron esos viajes en tren.

A pesar de haber sido una mujer de pero después no, de uñas rojas, pero después negras, de “quédate” pero mañana, de “no me ates” pero “cógeme”.

Una mujer de aviones a cualquier isla, de vinos a cualquier hora, de besos en todas partes, de contigos pero sin mí.

A pesar de haber sido una mujer detrás de una barra a modo de wiski y sonrisa Trident que guardaba en su bolso de dama el libro de Rayuela durante toda la noche para no quedarse sin palabras entre tantos poetas.

Una mujer que hizo perder el equilibrio al equilibrio de su vida porque nunca le gustaron los caminos cortos.

Una de esas que no dejaba de escuchar música en un período superior a veinticuatro horas por miedo a perderse un sonido esencial.  

A pesar de haber sido una mujer infiel a todos los amores de su vida y decidir que en las letras reside cualquier alma por mucho que no siempre escribamos su nombre.

Una de esas mujeres que también estaba segura de que sus abuelos, familia próxima, familia no tan próxima, amigas y amigos, realmente eran inmortales. Porque… ¿Por qué iban a irse? Y, sin embargo, se fueron y se llevaron tres cuartos de corazón de esa mujer con ellos.

A pesar de haber sido una mujer de sueños rotos, de proyectos cojos, de vueltas al mundo en 365 orgasmos.

A pesar de…ser esa mujer.





Margalida Garí Font

jueves, 10 de mayo de 2018

Marga y su caos.


Miedo
Paz
            Rebeldía
Volver
Irse
            Sueños
Sacrificios
Amor
            Estar de paso
            Quedarse
Callar (NO)
Prender(se)
            Morir
Añorar 
Casa
            Hogar
Familia
Mundo 
            Derechos
(Humanos)
            Poesía
Filosofía
            Cuidar
            Cuidarse
Amar
            Perder(se)
Letras
Mar
            Tierra
Montaña
            Voz
Regresar
Vuelta a empezar

Dibujo: Patricia G.


Margalida Garí Font